Soren estaba por terminar el informe de su última misión: Una cacería y reubicación de árboles primordiales malvados junto a Vanessa. Todo había salido perfecto y estaba por presentarle su idea a Santa. Algo que rondaba en su mente desde hacía unos meses.
La
preocupación de la mano derecha de Santa era que a su patrón se le acababa la
magia. Había indicios de que en unos años se le escaparía y buscaría por sí
misma un sucesor. A menos que Santa buscara a algún candidato.
—Buenas
noches, Soren. Me alegra que ya estés de vuelta —saludó James Fixer, nuestro
Santa Claus—. Sabes que no tienes que hacer el informe tan detallado, pues casi
todos los detalles me los contó mi hija.
—Buen
día, jefe. Ya sé, pero me gusta entretenerme escribiendo. Hablando de ella,
quería mencionarle algo sobre nuestra campeona.
Santa
lo miró expectante y emocionado. Soren carraspeó antes de continuar.
»No
quisiera ser grosero, jefe, pero puedo notar que la magia se le va a acabar. Más
de veinte años es mucho para cualquier Santa. Casi todos duran de cuatro a
siete años, incluso una década. Solo usted y Leya han durado más de dos. Es hora
de que designe un sucesor, por si pasa lo peor…
—Estoy
consciente, Soren, pero no me ha dado tiempo de buscar a alguien adecuado.
Estos últimos años han sido muy movidos.
El
elfo lo miró confundido.
—Santa,
Vanessa es perfecta para el rol.
Una
cara inexpresiva se dibujó en Claus.
—Amigo,
ella no puede ser Santa Claus.
La
sorpresa de Soren se hizo notar y tiró la silla cuando se levantó.
—Santa,
con todo respeto. ¡Mírala! Hace mucha caridad tanto aquí como en su vida
normal, realiza misiones todo el tiempo, es una combatiente excepcional y ¡todo
lo hace sin canalizar magia!
—Y
esa es la razón por la que no quiero que ella sea mi sucesora. Ella podrá ser
perfecta, pero es mi hija. No tiene por qué vivir mi legado. Puede hacer todo
eso sin estar ligada a los poderes de Claus. Le ayudo, sí, pero lo que hace sin
nada de magia o mi apoyo es excepcional. Tal vez crecer aquí la forjó para que
así fuera… La quiero tanto, Soren, pero me preocupa. Nunca ha tenido pareja
formal, siempre se mete en problemas en la escuela por hacer lo correcto a como
dé lugar y tiene una energía inagotable. Yo siento que…
—¡James,
por favor, solo piénsalo un momento!
—A veces queremos que nuestros hijos
sean una proyección de nuestros sueños, pero ellos deben forjar su propio
camino —replicó educado—. Por supuesto que no hay nadie mejor para ser mi
sucesor, pero yo mismo no quiero que lo sea y ella debe darse cuenta de que lo
que hace como mortal es tan valioso como lo que hacemos aquí. Esta magia sigue
mi voluntad, y esa es que mi pequeña Vanessa encuentre algo que la alegre
siempre. Aunque me cueste encontrar un digno candidato, eso es lo que deseo y
así se hará.
Soren intentó replicar, pero las
palabras o las ideas no acudían. Santa tenía razón, la chica debía tomar un
camino diferente. El elfo mismo tomó un camino diferente al de su padre, el
traidor.
»Espero que lo entiendes —le puso
una mano en el hombro—. Te prometo que haré lo posible por conservar la magia
lo más que se pueda. Nos vemos en la cena, amigo —se despidió con una cabezada.
Sentado y abrumado por la verdad que
acababa de llegar a su cabeza, Soren pensó en que debía hacer lo correcto. Prendió
su comunicador.
—Vanessa, ¿puedes venir un momento a
la oficina del jefe? —habló al dispositivo.
En la pantalla solo apareció un OK
animado que indicaba que iba para allá.
Soren se recostó en su silla y pensó
en lo que iba a decirle.
“Muchacha, como podrás notar, a tu
papá se le acaba la magia. Lamentablemente, esta no te elegirá a ti. Tienes la
misión de encontrar a un sucesor digno de Santa Claus. Puedes revisar la base
de datos a tu antojo. Te lo encargo, pues eres perfecta para hacer esto”, fue
lo que se le ocurrió decirle sin que fueran mentiras.
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