Hacía dos días que habían encontrado varios cuerpos en el sótano. Un total de diez víctimas se encontraban bien conservadas en una especie d...

Menos que amigos



Hacía dos días que habían encontrado varios cuerpos en el sótano. Un total de diez víctimas se encontraban bien conservadas en una especie de cámaras criogénicas. Lo peor del asunto, es que ese lugar lo compartía con mi vecino y amigo Chris, el presunto asesino. La policía no me culpó principalmente porque soy el mejor detective de la ciudad y porque hay varias inconsistencias en el caso.

Primero que nada, la carpeta de investigación está casi vacía, la evidencia la desaparecieron y mis testimonios y de los demás vecinos no se encuentran. Para acabarla de fregar, mi acceso al sistema policiaco había sido restringido. Algo olía muy mal aquí. Es decir, a parte del sótano que tuvo cuerpos. No sabía si podía confiar en alguien del sistema y los detectives privados me aborrecían. Solo había una persona a la que podía acudir: Mi exesposa.

Tengo que decir que no la escuchaba tan feliz desde el día que nos divorciamos. Al menos hubiera guardado las apariencias, pues siempre le hablaba para pedirle algo.

Vaya, pero si es el marido del año. ¿Necesitas dinero otra vez?fue lo primero que me dijo al contestar el teléfono.

—No estoy de humor, necesito que me eches una mano —le repliqué.

—Esa excusa siempre la usabas años atrás.

—Por favor, necesito que me asistas con un caso. El sospechoso era mi vecino.

—Voy para allá —dijo y me colgó.

            Ella era la mejor detective privada de la ciudad, mejor que esos estafadores que hasta grababan reaility shows de sus casos. No, ella era una profesional. Al menos, para su labor.

Escuché el timbre de la puerta y le abrí sin pensar. Sabía que era ella.

—Buenas tardes, Emi, un gusto… —saludé, pero me aventó su gorro a la cara y pasó de largo.

Se desplazó hasta el sótano sin que le dijera algo y se puso los guantes. Pasó la línea policiaca y se puso un cubrebocas mientras sacaba su potente cámara que usaba para analizar. El lugar tenía aún las marcas de tiza, las notas y demás utilería propia de una escena del crimen. De las pertenencias, solo había unas mesas pegadas al fondo con objetos sin importancia, una lavadora, secadora y varias herramientas que solíamos compartir mi excompañero y yo.

—La policía ha estado muy floja. Yo creo que quieren cerrar el caso —me dijo Emi sin voltear a verme—. ¿Cuántas víctimas había? —preguntó mientras se acercaba a una mesa del fondo.

—Dejó diez cuerpos, ni me percaté que estuvieran aquí.

—Bueno, es lo más tieso que ha habido aquí en años —se mofó.

—No me da gracia, Emi.

—A mí sí, Fer. Vete acostumbrando. No le caes bien a la policía, a la prensa, a mis colegas, bueno, ni a tu perro. Y eso que tú lo compraste. Tú decides, estás en este caso solo con todo en contra o aceptas mi ayuda con todo y mis burlas.

Me sentía más atrapado que cuando hicimos los acuerdos de divorcio.

—Acepto tu ayuda —contesté.

Este iba a ser un caso muy difícil.


 

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