Les dejo este fragmento de otro cuento que vendrá en mi libro de un dólar. El título aún no lo determino. Espero les guste, comenten qué les pareció.
...Llegaron hasta la noroeste del pueblo conmigo detrás y vimos cómo había al menos cuarenta rufianes preparados para atacar. El tipo grasiento y feúcho que decía ser el líder se adelantó para alzar la voz:
—Señoritas, si se largan ahora
les perdonaremos la vida, de lo contrario… —sonrió malvadamente.
No podía
soportarlo, me adelanté y también alcé la voz:
—¡Déjalas en paz, zoquete! —bramé—.
¡O te las verás conmigo!
El tipo me
miró y empezó a carcajear, sus hombres hicieron lo mismo.
—Bah, ¿qué nos va a hacer un enano
como tú? —se burló— ¡Te faltan pelos en el cuerpo para enfrentarme!
—¿Eso que tiene que ver? —preguntó
Aléthia— Si así fuera, con los pelos que tienes en el culo bastaría para vencer
a dos ejércitos completos.
No pude, me
solté a reír al igual que Meliza. Algunos de los invasores intentaban
forzosamente contener la risa. El tipejo esta furibundo.
—¡Basta de estupideces! —gritó cabreado—.
Somos muchas más que ayer —alzó su espada—. No podrán con nosotros unos inútiles
pueblerinos ni siquiera con ustedes dos.
Una flecha
le pegó en la mano y le tiró el arma; gritó de dolor mientras se sujetaba la
mano y se hincaba presa del sufrimiento.
—Cuenta bien, imbécil —escuché
decir de una voz femenina.
Una chica más
menuda incluso que Meliza se había asomado por la colina del oeste. A diferencia
de Aléthia que parecía brillar, esta chica despedía un aura siniestra. Tenía la
cara pintada de colores oscuros como si fuese una cazadora, cargaba varios
arcos, un carcaj en cada pierna y en la espalda; llevaba dagas pequeñas al
cinto y tenía una expresión de dureza...
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