Vita tenía el corazón acelerado, cada palpitar retumbaba en su cuerpo e intentó serenarse, había conseguido el objeto para su amo y ahí estaba, atrapada. Quería evitar el derramamiento de sangre lo más posible y había fallado. Había al menos diez guardias en los alrededores. Todos dispuestos a matarla. Había salido airosa de otros veinticinco. Nada mal.
Entonces se concentró y corroboró que había diez. El guardia más próximo se acercó al hueco en la pared donde ella se encontraba. Rápida como una flecha, clavó el filo de su daga en el cuello del pobre hombre. Antes de siquiera poder gritar, Vita le puso una mano en los ojos y el sujeto se desplomó como trapo. Nueve.
Vita corrió rápida como un río enfurecido y silenciosa como un fantasma. Había tres guardias más al frente. El más alto la vio, pero Vita no dejó que reaccionara. Los ojos de la chica tuvieron un fulgor rojizo un instante antes de que el guardia apuñalara a su amigo directo al corazón al intentar atacar a la chica. Vita simplemente golpeó la cabeza del de la daga con ambas palmas y el guardia se desplomó. El tercer guardia en cuestión intentó dar alarma, pero su voz no salió. Se empezó a marear y Vita lo remató con un golpe en la nuca. Sus ojos ahora brillaban completamente rojizos y un aura carmesí la envolvía. Seis.
Apagó el aura carmesí que la rodeaba y continuó. La salida estaba un poco más adelante. Echó a correr entre las sombras interrumpidas por débiles lámparas de aceite. Dos guardias más al frente. La divisaron justo cuando desenvainaba su espada y golpeaba a uno con el pomo de la misma. Un golpe certero en la sien de un soldado, y un golpe con la hoja de la espada al otro. Cuatro.
La asesina corrió hacia la salida trasera de la Fortaleza. Su andar era tan sigiloso que no tuvo problemas para llegar hasta los dos guardias siguientes. El par de imprudentes no tenían los cascos puestos. Hizo chocar sus cabezas y cayeron inconscientes gracias a sus habilidades. Dos.
Los últimos guardias estaban bajo la puerta que llevaba al puente y a su libertad. Se encaminó hacia ellos entre las sombras. Se acercaba y su palpitar se aceleró otra vez. Pesar. Sintió una oleada de arrepentimiento en su mente y tuvo que concentrarse para que no la abrumara. Avanzó un poco más. Furia. Esta vez estuvo preparada y resistió ese sentimiento. Había alguien más ahí. Alguien con una ira tan despiadada que la hizo estremecerse. Trató de buscar el origen de esas emociones tan inmensas. Era como si una cuadrilla de hombres furiosos se aproximara. Pero no, era sólo uno. Le resultaba tan familiar… ¿Acaso era…?
Seguía avanzando sin darse cuenta. Estaba al menos a diez pasos cuando una sombra cayó sobre uno de los guardias. La envolvía una fría determinación. El guardia cayó noqueado. El otro desdichado no alcanzó a reaccionar ante el agarre con las piernas que le aplicó la sombra. Cayó por un costado del puente con un grito ahogado. Ahora Vita no podía salir.
La penumbra que derribó a los soldados estaba frente a ella y pudo reconocer quien era. Lobo. ¿Qué hacía ahí? Pensó la asesina. Llevaba un objeto colgado de su brazo. Un libro. La capa ondeaba ante el ligero viento que había. Mostraba un aspecto espeluznante. Lobo se volteó y la miró. Su mirada indescifrable por la oscuridad. Ella se acercó a él, con la mano lista para desenvainar su espada. ¿Tendría que matarlo? Albergaba la esperanza de no hacerlo. A un paso de él, ella pudo sentir su dolor y su arrepentimiento. La ira se había apagado casi por completo. Un pesar iba ocupando su lugar. El pesar de haber matado a muchos hombres. Extendió los brazos y él se hincó y se recargó en su pecho. Empezó a llorar sin decir nada. “No pasa nada.” Respondió ella. Echó una ojeada y vislumbró que llevaban el mismo libro, con el mismo símbolo.
“Los maté a todos”, dijo él. “Maté a todos esos monstruos”, dijo con la voz fría como un témpano. Y ella comprobó que, en efecto, había dejado un rastro de muertos en todo el edificio. Mismo objetivo, diferentes amos. Ambos eran mercenarios buscando el mismo registro. Sólo que él había ido a buscar y destruir y ella sólo a buscar. Se reincorporó un poco y la besó en la mejilla.
Puso su mano sobre el hombro de Lobo. “Acabaré con ellos. Ellos han matado a muchos de los míos.” Dijo Vita. Él no se molestó en contestar. La oscuridad le impedía ver su semblante. “Yo acabaré con ellos mañana mismo”, pudo leer ella en su mente. Alivió un poco el dolor de su mente y se apartó de él al darle un beso en la frente. Ella le quería, pero ahora él estaba muy perturbado para poder reaccionar adecuadamente. “Te veré pronto, Efe. Cuídate hasta entonces”. Y la asesina se internó en la oscuridad. Dejó al estupefacto mercenario atrás. Lo vería pronto, ella lo sabía. Corrió hacia un barranco y llamó a Elos, un dragón. También te devolveré a tu amigo, pensó ella. Y alzó el vuelo mientras veía un mar de estrellas.
Khan Medina
0 Comments: