Se dice que las deidades
no deben interferir con los humanos, pero en la búsqueda de respuestas y
propósitos, a veces no pueden evitarlo.
Una
muchacha estaba al borde de un peñasco, desde donde se veían las nubes abajo.
Ella podía ver mucho más lejos. Su mirada se centraba en un chico que montaba en
un dragón. Llevaba muchas armas consigo y una armadura demasiado ligera.
Ella suspiró y dejó caer los hombros
cuando una voz se oyó a sus espaldas.
—Veo que no lo pierdes de vista. Qué
humana te has vuelto, Quali.
—No estoy de humor, hermanito.
Un muchacho con un aspecto juvenil
caminó hacia ella con un andar muy despreocupado.
El
diosecillo se situó junto a ella. Su cabellera blanca y desarreglada le tapaba
la frente. Iba vestido con una camisa clara y unos pantalones holgados. Iba
descalzo y no hacía ruido alguno cuando pisaba.
—Las cosas allá abajo se están
moviendo, ¿verdad?
—Y todo por mi culpa.
—Hermana, seguramente padre lo
desaprobaría, pero yo te entiendo. Tuviste que intervenir, aunque no debamos.
Solo que ahora, va a haber un choque y no podrás evitarlo.
—¿Y qué podía hacer? Con todo lo que
sabemos. Tenía que hacer algo. Un niño que perdió a su padre por salvarlo a él,
el dolor de perder a su madre por cosas que el pequeño no fue responsable. Era
demasiado, le ayudé un poco para que su vida no acabara en esa tragedia y…
—Y, por otro lado, una persona que
ha vivido una eternidad de dolor. No ha tenido el consuelo de perecer e irse a
la otra vida. No, no es fácil, hermana. Tenías que ayudar. Te entiendo. Sobre todo,
porque cumple el mandato de madre.
La
diosa no pudo contener más las lágrimas y apartó la vista. Le dio la espalda al
peñasco y miró al cielo esperando una respuesta que no vendría.
—Tal vez no debí actuar en primer
lugar. Creo que el pequeño debió morir en ese momento. Se hubiera acabado su linaje. Yo…
—¿Lo dices en serio? Él ha hecho más
bien que la persona promedio. —Señaló al horizonte—. Ha evitado tantas
desgracias que no lo creería si no lo observara. Ha llevado justicia a donde
ninguna autoridad podría haber intervenido. Te dignifica tan bien que parece
que sabe que tú le ayudaste.
Su hermana no
respondió. Suspiró y se acercó a ella con cautela.
»De
todos los que quedamos, tú eres la que mejor entendía a nuestra madre Aionia.
Estoy seguro de que ella te apoyaría.
La chica volteó un momento y su
mirada se dirigió al sur del continente.
—Temo que las cosas se pongan muy
violentas.
—Oh, hermanita, esto será muy
interesante de ver. Y lo que sea que decidas, o a quién apoyes, yo te
respaldaré.
La diosa no respondió. Su hermano
iba a decir algo más, pero de pronto el borde de sus iris empezó a fulgurar de
un blanco muy intenso.
»Quali, no te quiero presionar, pero
si quieres evitar una tragedia mayor de nuestros hermanos, los humanos, debes
ir ya a los Reinos Gemelos.
Los ojos de la chica voltearon a ver
al norte del continente, se llevó las manos a la boca y tras unos segundos se
aventó al vacío. Un dragón que surcaba los cielos la recogió al vuelo. La diosa
materializó una espada y le indicó al dragón a donde dirigirse.
El diosecillo se quedó a la orilla del
peñasco. Esperaba que su hermana encontrara una respuesta, así como también la
persona que decidiera bendecir.
Síganos
Si este mundo fuera una llanura sin fin, y navegando hacia el este podríamos alcanzar para siempre nuevas distancias